Ya murió el “sobre-prestar”, que lo mató el mal pagar

Cuentan antiguas crónicas que Fernando, conocido por la Historia con el sobrenombre de “el Católico”, Rey de Aragón como Fernando II, había heredado el título de su padre Juan II, y de su segunda esposa, es decir su madre, Juana Enríquez, Señora de Casarrubios del Monte, los caudales.
Fue protagonista junto a la que fue su cónyuge Isabel de Castilla, matrimonio que la Historia denomina – Reyes Católicos – del ya célebre, “Tanto monta, monta tanto” con el que iniciaron y pusieron los cimientos de lo que conocemos hoy como la – España Moderna -.
Parece ser que en aquel entonces, las riquezas estaban igual de mal repartidas que ahora. En aquel caso el Rey era poseedor de una gran fortuna heredada de su madre, perteneciente a una de las familias más poderosas de entonces, los Enríquez, Almirantes de Castilla.
Y al Rey acudían en petición de préstamos muchas personas del Reino. Podríamos compararlo a lo que actualmente supondrían los Bancos.
A la muerte de su esposa Isabel, en 1504, para entonces él, ya casi un anciano con 53 años, volvió a casarse seguramente por motivos políticos con una muchachita francesa de 18, llamada Germana de Foix, con lo que naturalmente, cambiaron por supuesto, tanto sus hábitos como sus ideas.
Por ellos y por sus nuevos requerimientos personales, que comenzara a tomar los vasodilatadores del momento: la cantárida, que le llevó a padecer una hemorragia cerebral que lo mató en Almendralejo, Badajoz. Y en cuanto a las ideas, pues a disminuir y restringir los aplazamientos de los préstamos que tenía concedidos, hasta llegar a reducirlos casi por completo; posiblemente al haber perdido la influencia bienintencionada, virtuosa e indulgente de la Reina fallecida, que llevaron a acuñar la frase que se hizo popular: – Murió el sobre prestar, que lo mató el mal pagar.-
Expresión que ahora de forma verbal se manifiesta muy poco, pero que sin embargo, comercialmente se utiliza, emplea, ejercita y ejecuta con el mismo rigor, o incluso mayor que entonces.
Mejoran más los vasodilatadores que las costumbres.

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