Está muy bien definido lo que es una trampa en el Diccionario, y no se trata más que de reproducirlo: Infracción maliciosa de las reglas de un juego o de una competición. Por eso, sin duda, se nombran así en la expresión, anteponiéndoles esas partículas privativas de – ni – y – sin – para definir lo que es limpio, integro y sin engaño. ¿Pero, y lo del cartón? ¿A que viene formando también la propia expresión? Pues posiblemente, a que de esa materia están fabricados muchos de los elementos que conocemos como mentiras, por ejemplo los decorados, algunas falsificaciones, y también porque con ello se fabrican, disimulándolas en el suelo, las trampas para la caza de algunos animales.
De ello, el motivo por el que se use en esta expresión. No creo que tengamos que buscarle muchas más complicaciones.
Pero sería bueno reflexionar ahora históricamente, un poco sobre ella.
Se han gastado verdaderos cientos de metros cúbicos de tinta, y hasta toneladas de celuloide, en contar verdaderas mentiras sobre algunos personajes”reales” de nuestra historia. Ha sido así ciertamente, pero pensemos en aquello que se suele decir: Si nadie te envidia, poco vales. O también aquello de: Al hierro el orín, y la envidia al ruin.
Todo fundamentado en un hecho lamentable, pero verdadero y auténtico que podríamos anunciar como – Sin trampa ni cartón. –
Ha sido, la enfermedad mental. Esa llamada -La gran desconocida-, pues no, más bien podríamos llamarla, la gran relegada y voluntariamente omitida.
Se nos presenta al comienzo, en Isabel de Portugal, en 1490, esposa en segundo matrimonio de Juan II y madre de Isabel la Católica. Y conocida en nuestra historiografía por la “Loca de Arévalo”. Clarísimamente trastornada mental. Una de sus nietas: Juana, ésta más conocida, hasta con sobrenombre ya célebre, Juana “la loca”, incluso uno de sus biznietos Carlos, el primer hijo de Felipe II, trágica, pero necesariamente inhabilitado por su propio padre.
Ejemplos basados en trampas en forma de calumnias, falsedades, infundios y posiblemente hasta “cartones”, referidos a sus padres, hijos, hermanos y hasta esposos, de algunos y algunas de ellas. Una verdadera pena.