Sembrando vientos recogeremos tempestades

Se suele emplear esta expresión para significar que las cosas hechas sin responsabilidad suelen acarrear a veces consecuencias que pueden llegar a ser irreparables.
Era el año de 1793, reinaba el bobalicón de Carlos IV, el hijo de Carlos III, y había estallado en 1789 la Revolución Francesa, acontecimiento histórico que convulsionó no solo a Francia, sino a toda Europa. Se veía claramente peligrar la vida de los titulares de la Monarquía, en la figura de Luis XVI, su esposa María Antonieta y su familia en general, tronco principal de la rama borbónica de España.
Al frente del gobierno aquí, estaba el Conde de Floridablanca, que fue depuesto y sustituido por el Conde el de Aranda por su política poco enérgica. Este, tampoco era partidario de la guerra y se pronunciaba en este sentido con frases que se recuerdan como: – No nos inmiscuyamos en sus asuntos internos de otros Países- – Respetemos la neutralidad que nos piden -. Y una, en público qué ha quedado para la historia: – Sembrando vientos podemos recoger tempestades -.
Todo fue inútil, Godoy el flamante Primer Ministro y Generalísimo, por la gracia sobre todo de la Reina, había firmado con los ingleses atacar a Francia.
Fue la guerra llamada del Rosellón o de los Pirineos. La perdimos, y el propio Godoy se vio obligado a firmar la Paz de Basilea en la que reconocíamos todo lo que nos pedían, y además les entregamos la isla de “La Española”, hoy República Dominicana y Haití. Maravillas de la Política, Godoy fue nombrado “Príncipe de la Paz” y todos los demás fueron desterrados. La expresión quedo para la historia, y de ello que hasta la repitamos.

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