Pasando una crujía

En realidad, que es eso de la crujía.
Simplemente una medida que se emplea en marinería. Es la línea longitudinal simétrica de un barco. Es decir, la distancia que une la proa de la popa y que por tanto divide la embarcación en dos partes exactamente iguales.
Cuando empleamos la expresión – estar pasando una crujía – hacemos referencia a un antiguo castigo empleado en las gentes de mar, consistente en hacer pasar al reo a lo largo de la cubierta por la línea central del barco, entre dos filas de hombres que le azotaban con cuerdas.
Se trata por tanto de rememorar con ella un mal momento, un quebranto, una amargura, en fin cualquier situación de sufrimiento o tribulación.
A lo largo de nuestra Historia, existe un personaje del que podemos asegurar que pasó en su actuación una verdadera crujía. Sin ser español de nacimiento, participó en momentos puntuales de nuestros anales.
Se trata de Amadeo de Saboya, Duque de Aosta.
Amadeo I de España es conocido como “El electo” siendo Titular de la Monarquía Española entre 1871 y 73. Elegido por votación de las Cortes para encajar en la forma constitucional del momento que era la Monarquía Parlamentaria.
Estimando el criterio del escritor jienense Juan Eslava Galán: Es la crujía de un hombre que fue llamado para ser Rey de un País en el que ninguno de sus súbditos quiso concederle la menor oportunidad. ¡Olé!
Los republicanos, los carlistas y hasta los borbónicos, por advenedizo, la Iglesia por masón, aunque parece que no lo era, y el pueblo por su dificultad de aprender el idioma. Seis gobiernos llego a nombrar y ante la imposibilidad de seguir, ya que los políticos lo impedían. Cuentan que dijo:
– Esto es una jaula de locos – Y se marchó.
Vamos, más o menos, como ahora.

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