Posiblemente este pareado un poco macabro, pero al fin expresivo y contundente, no le diga nada a nadie. Efectivamente ni se usa ahora, ni posiblemente se conozca lo que define.
Son expresiones que se han usado en tiempos pasados, que en su momento describían hechos relevantes de la sociedad, pero que pasados los años se postergaron cayendo en el olvido, y hasta en la actualidad incluso los hechos que los provocaron. Algunos dichos, frases, aforismos, refranes, incluso los que como este puedan ser descriptivos, y en su momento fueron de empleo por lo que representan, juzgan o reprueban, no prenden en el lenguaje, y nunca sabremos la verdadera razón de ello.
Este, refería en su momento, la crítica que realizaba el pueblo ante la inmensa fortuna, que como consecuencia de la gestión inmobiliaria, había conseguido Don Francisco de Sandoval y Rojas, Primer Duque de Lerma.
Parece que el asunto del ladrillo es antiguo. Felipe III, aquel meapilas, deficiente y estúpido, dejaba cualquier decisión en manos de su “valido”. Esto es, aquel personaje de su confianza que ejercía sus funciones, y que aprovechó sagazmente esta situación para convencer al Monarca de que los cazaderos de los montes de Madrid, estaban muy esquilmados, justo en el momento en el que personalmente había comprado todas las mejores casas de Valladolid.
Al quedar Madrid sin la Corte, las importantes mansiones cercanas a Palacio bajaron sustancialmente de precio y fueron adquiridas por el tal Don Francisco de Sandoval. En seis años trajo al Rey nuevamente a Madrid, con lo que la gestión quedó satisfactoriamente consumada.
Tanta llegó a ser su fortuna que incomodaba hasta al cretino del Rey. Las diferencias de entonces con lo que ocurre ahora con delitos similares como por ejemplo los ERES de Andalucía, es que en aquellos tiempos a los culpables se les ahorcaba.
Ahorcaron, entonces eso sí, pero solo al secretario: Don Rodrigo Calderón. Sin embargo el Duque, compró en Roma la dignidad de Cardenal, que entonces se podía, y con ello la total inmunidad.