Ojos que no ven, corazón que no siente

Expresión que han ido acuñando los siglos, con la que deseamos dar a entender, o así lo pretendemos, que si se alejan de nuestra vista, es decir de nuestro cercano entorno, algunas personas o cosas que no nos resultan gratas, parece que sentimos menos sus efectos. Aunque también los tiempos le añadieron después…. Eso suele ser mentira, aunque lo diga la gente.
En nuestra historia, posiblemente el acontecimiento por antonomasia más característico de alguien, que con autoridad deseó alejar de su entorno cercano, por temor a las críticas que recibía de su persona, fue la Reina Mariana de Austria, segunda mujer de Felipe IV, que al quedar viuda de éste, paso a ejercer la Regencia del Reino. Y la persona que la incomodaba con sus opiniones y censuras, era Don Juan José de Austria, hijo bastardo, pero reconocido como legítimo de su marido, el fallecido Rey. No confundirlo con otro hijo bastardo, pero este como ciento cincuenta años antes, también bastardo pero del Emperador Carlos, Don Juan de Austria.
Como decimos, con tal de perderlo de vista, intentó mandarlo a los más posibles lejanos lugares, Flandes, Italia, Portugal, de embajador a Roma, y por último a Barcelona, a todos lados desde donde no pudiera censurar ni contrariar su desacertada política como Regenta. El final fue que ya harto, se presentó en Madrid con un ejército de aragoneses y catalanes, dando el primer – Golpe de Estado – que se conoce como tal en España.
¿Sabéis que fecha era? Pues el 23 de Febrero. Pero, eso sí… de 1676.
Pasaron tantas cosas, y todas ellas tan incongruentes durante el reinado del hijo, del fallecido Rey, Carlos IV y Mariana de Austria, es decir Carlos II, que posiblemente fuera un buen guión para el cine. Desde luego todas suficientes, y sin un heredero que continuara la dinastía Habsburgo, que ese fue el motivo de la entronización en España de la Dinastía Borbón. Era el año 1700.
La expresión se sigue usando ahora tantos años después, por su certeza, o incluso más, por su autenticidad.

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