Es una aseveración con la que significamos nuestra desconfianza en muchas de las cosas a las que nos referimos. Es algo así como… ¡Ojo! ¡Cautela! ¡Cuidado! Pero en realidad, esta expresión hemos de recordarla con verdadera admiración, respeto y hasta cariño. Pensemos un poco todos juntos. Recordemos aquellos eternos personajes tan queridos…
El hidalgo manchego, ha mandado a su fiel escudero con una carta para entregarla a su amada. Su Dulcinea en el Toboso. A la vuelta le pregunta: ¿Y que hacía la reina de la hermosura? A buen seguro que la hallaste ensartando perlas
-Pues la hallé, ahechando dos hanegas de trigo en el corral de su casa…
-¿Y sentiste su maravilloso olor?
-Lo que sí sé decir, es que sentí un olorcillo algo hombruno, y debía ser que ella, que con el mucho ejercicio, estaba sudada y algo correosa.
Cuando Sancho mucho después habla con la Duquesa, Doña Rodríguez de Grijalva, y le dice haber engañado a su amo, ella manifiesta tener dudas sobre la honestidad de los buenos escuderos…
Yo lo primero que digo, es que tengo a mi señor Don Quijote por loco rematado, pero esta es mi suerte y mi malandanza, y no puedo más que seguirle; he comido su pan, quiérole bien, es agradecido y sobre todo yo soy fiel. Y digo, que si vuestra señoría no me quisiere dar la ínsula por tonto, yo sabré aceptarlo por discreto. Pues he oído decir que detrás de la cruz está el diablo, y que no es oro todo lo que reluce. Si la hidalguía es también lealtad, bendigamos a estos dos maravillosos hidalgos, uno en su locura y el otro en su honestidad. Gloria, honor, y nuestro respeto para ambos. Benditos sean.