Irse al carajo

Dícese al final de una conversación queriendo terminarla y mandando al interlocutor, pues… muy lejos, es decir queriendo perderlo de vista.
Pero en realidad, es también un término marinero.
El carajo es una especie de canastilla situada en lo más alto del palo mayor en los antiguos barcos de vela, en la que habría de posicionarse algún miembro de la tripulación con funciones de vigilancia, puesto que desde aquel punto habría una mayor visibilidad, pero también era el lugar de la nave donde más evidentes se manifestaban los movimientos de la embarcación.
Posición y puesto a todas luces desagradable y penoso por la mayor inestabilidad, donde se enviaba al miembro de la marinería que había cometido alguna falta o desobediencia, y desde el cual ejercía sus responsabilidades de vigía, anunciando con su voz desde lo alto, cualquier contingencia.
En España, rendimos un muy grato recuerdo a Rodrigo de Triana, que estaba de guardia según todas las fuentes históricas, precisamente en el carajo de la nave llamada “La Pinta”, que según está narrado, era la más “velera” es decir, ligera y por tanto marchaba delante de las otras dos naves, que formaban la expedición de Colon, al servicio de los Reyes Católicos y era así, ya que esta llevaba un aparejo con velas cuadradas en lugar de triangulares como las otras naves.
Había partido la expedición del Puerto de Palos de la Frontera el 3 de Agosto de 1492, siendo él, el primero en avistar y gritar la novedad de que se veía tierra, pasadas dos horas de la media noche del 12 de Octubre. Hoy conocemos que se trataba de una pequeña isla casi desconocida y deshabitada llamada Cayo Samaná.
Pero era, nada menos que el descubriendo de un Nuevo Mundo. América.
De ello el dicho.

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