Lo decimos cuando queremos expresar el hecho de que hasta que cualquier asunto no está concluido del todo, pueden aparecer consecuencias no pensadas, ni incluso deseadas.
Lo que llamamos – Corrida de toros – o fiesta nacional, es un evento artístico que consiste en la lidia, y en ocasiones la muerte de un toro. Esta fiesta que hunde sus raíces en lo más profundo de nuestra historia, puede gustarnos o no, eso es otra cosa, pero si queremos juzgarla es necesario conocerla.
El espectáculo esta minuciosamente reglamentado, y se compone de tres tercios y dos suertes. Los tercios son: Varas, Banderillas y Muerte. En el primer tercio, el de varas, hay una suerte de capote, y en el tercero el de muerte, una suerte de muleta. Comienza la fiesta con un paseo de todos los que van a intervenir, o Paseíllo, para presentarse, saludando al que dirige la lidia, el Presidente.
En la última suerte la de muleta del tercio de muerte, la forma más común de terminar una serie de pases naturales, que son la verdadera lidia del animal, consisten en hacer pasar al toro alrededor del cuerpo del torero con la mano izquierda, con temple y arte, es decir llevando el trapo cerca del hocico del animal para que acompasadamente pase siempre alrededor de su cuerpo en redondo. Suelen terminarse estos pases con uno llamado el – pase de pecho – que al contrario, se trata de recibir al toro de espaldas levantando la muleta, con lo cual el animal pasa en este caso recto cercano al cuerpo del torero.
Si en esa trayectoria, y una vez pasada la cabeza, el animal se desvía, puede con sus cuartos traseros desequilibrar al “diestro” haciéndole caer.
Ha pasado el peligro efectivamente, que era el paso de la cabeza con las verdaderas arnas del animal, pero quedaba lo inesperado.
De ello la expresión… Hasta el rabo todo es toro
A veces ocurre esa contingencia, y crea una situación inesperada de evidente peligro, y de ella el dicho.