El que no agradece, no merece

Esta enjundiosa frase que no podemos llamar modismo, ya que define en sus términos una precisa conclusión, y que tampoco podríamos considerar refrán o paremia, ya que no incluye ninguna enseñanza ni consejo, ha de ser lo que podríamos llamar un simple mensaje. Dejémoslo por ello, en una sentenciosa frase hecha.
Sentencia incluso proverbio, que nos define muy claramente un efecto propio de los sentimientos humanos, en este caso contrario al agradecimiento. Consistente este, en la falta de reconocimiento y gratitud por los bienes recibidos.
Desafortunadamente es bastante común en los hombres, que suelen declinar el verbo desagradecer con mayor frecuencia de lo que debiera ser natural.
Caso de que busquemos una persona en nuestro cercano entorno histórico que haya sufrido profundamente este desafecto del desagradecimiento, no solo desde una persona, si no, de todo un pueblo, hemos de referirnos sin dudarlo, a nuestra – Eugenia de Montijo –
Aquella maravillosa mujer de la que siempre al referirnos a ella, y sin querer, nos viene como secuela, aquello de… Más que Reina… Emperatriz.
Casada con el que ahora conocemos como el sinvergüenza de Napoleón III que no era, por no ser, ni pariente lejano del coloso Bonaparte. Solamente un auténtico obseso sexual, desaprensivo e inmoral, además de un pésimo político.
Más que Reina efectivamente, pero de un pueblo como el francés, que escribe en piedra los agravios españoles, y en el agua nuestras cortesías. Y al qué con nuestra Eugenia de Montijo, les ofrecimos, no una cortesía, una auténtica complacencia y deleite.
Aquella espléndida mujer que con su belleza conquistó además de a Francia, al mundo. Con su elegancia elevó a Paris como centro internacional de la moda femenina, galardón que aún conserva, y que con su buen hacer la convirtió en lo que todavía hoy es, “La ciudad de la luz”.
Y, ¿Como se lo recompensaron? Al grito de – Muera la española- hubo de salir nuestra desafortunada compatriota precipitadamente, y llegar a Inglaterra, donde reposa en paz. No, desde luego que no la merecían.

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