El oro se le vuelve cobre al que nace para ser pobre

Es un auténtico y sabio refrán, que en su enunciado nos habla del destino de las personas y de la fortuna o fatalidad que los persigue durante su vida. En general, hemos de admitir que en nuestras vidas suelen alternarse “rachas” positivas y de triunfos, con otras de no tanto éxito. Es normal. Son, la cal y la arena de la vida, o lo que es lo mismo, sus luces y sus sombras.
Lo que ya no parece tan normal es encontrar una persona en la que prácticamente casi todo en su vida sean sombras.
Históricamente conocemos una, y es curioso, ya que se trata de que aparece, en uno de nuestro más preclaro e insignes genios de todos los tiempos: Don Miguel de Cervantes Saavedra.
A este alcalaíno universal nos referimos. Merecedor de todos los honores y la gloria de nuestra España, conseguida por sus obras en general, pero sobre todo, por la autoría de una de las creaciones literarias más famosas y célebre en todo el mundo, su suprema y sobresaliente, Don Quijote.
Como dice el refrán o la paremia que nos ocupa, todo se volvía cobre desde su juventud en lo que interesaba a nuestro genio, y lo que es más llamativo, hasta su vejez.
Riña en defensa del honor de sus hermanas que le obligan al exilio. Incorporación a un ejército por el que no tenía afición ni disposición alguna. Valiente intervención en la batalla de Lepanto en la que consigue heridas perpetuas e invalidantes y solo el sobrenombre de -Manco de Lepanto-. Lastimoso secuestro de casi cuatro años padecido en Argel. Incomprensión de la Administración del Estado. Desventurado matrimonio. Persecución con pena de cárcel incluida por desfalco de quien custodiaba los dineros recaudados. Envidias y enemistad con personajes influyentes y destacados como Lope de Vega. Y hasta un remedo y plagio de su más importante obra.
Un verdadero aquelarre de inconcebibles adversidades.
Aunque eso sí, en recompensa, y reparación una eternidad de notoriedad, prestigio y renombre, que ni conoció, ni disfrutó en vida.
Una lástima.

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