Expresión antigua que ahora casi no se emplea, y que quiere decir y deja claro, que en el cerebro humano donde hay, y se demuestra, la existencia efectiva de un buen ingenio, siempre puede esperarse de él, cualquier mejor y mayor superación.
Es conocido documentalmente que en el año de 1566, la familia de nuestro inmortal Cervantes se encontraba afincada en Madrid, y él tiene entonces 12 años. Muy poco después, un personaje perfectamente conocido como gramático eminente y renombrado humanista, Don Juan López de Hoyos presenta una composición poética de un desconocido autor, al que define como su “caro y eminente discípulo”, en la Relación Oficial que se hace para las exequias por el fallecimiento de la Reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II.
Cuando dejaba la guerra
libre nuestro hispano suelo
con un repentino vuelo
la mejor flor de la tierra
fue trasplantada en el cielo.
Y al cortarla de su rama
el mortífero accidente
fue tan oculto a la gente
como el que no ve la llama
hasta que quemarse siente.
Si con 15 años, se tiene talento para escribir esto, parecía natural esperar algo mejor, y por supuesto que lo hubo. Nada menos que una de las mayores cumbres universales de la literatura. La expresión está claro, que manifestaba una gran sabiduría. Ahora, efectivamente no se emplea, ¿tal vez es que no es necesaria? Pues en verdad, es una verdadera pena.