Como el rosario de la aurora.

Cuando en nuestro diario lenguaje queremos expresar que por cualquier causa, algún acontecimiento puede terminar mal, empleamos una frase muy gráfica que dice:
¡Pues, a farolazos!, como el Rosario de la Aurora…
Prácticamente, requiere poca explicación, aunque hay infinidad de ellas, y naturalmente todas serán válidas. Pero el hecho concreto es que la expresión, sea cual sea su origen, es una realidad.
Esta práctica religiosa de rezar el Rosario procesionalmente por la noche, era hace tiempo muy frecuente en muchas localidades españolas, y de sobra conocida que su terminación que no solía ser precisamente, sosegada ni apacible.
Son de sobra conocidos, los diametrales modos de entender el fervor cristiano en las distintas regiones de España. El criterio aquí ha de ser seguramente, entendido y referido al Sur. Pensemos que hasta la autoridad religiosa en algunas diócesis andaluzas, desautorizó en algún momento esta práctica del Rosario procesional nocturno.
¡Por algo sería!
¿Existe algo en España que comenzara mejor, con más entusiasmo popular y más convencimiento político, que el advenimiento de nuestra Segunda República?
Creo que no, ¿Y cómo terminó? Como el Rosario de la aurora. En aquel caso peor, puesto que allí, no fueron solo farolazos, desgraciadamente.
Como dice nuestro inmortal Hidalgo: – La libertad Sancho amigo, es uno de los dones más hermosos que al hombre dieran los cielos.-
Y cuando una autoridad, cual sea, permite que esa libertad sea atropellada por cualquier otra fuerza, aun siéndolo por omisión, o incluso por la tan discutida modernamente “moderación”… ¿Qué ocurre?
Surgen de cualquier otro extremo, reacciones del mismo tipo. Mal, muy mal.

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