Esta expresión aquí en España es prácticamente desconocida, sin embargo se usa bastante en Francia, si alguien desea nombrar algo fantástico, imaginario o irreal, y también si resulta muy difícil de conseguir.
Nos lo explica muy bien nuestro inolvidable Noveno Marqués de Lozoya. Aquel ilustre segoviano llamado Juan de Contreras y López de Ayala, nacido en 1893, y tristemente fallecido en su ciudad natal en Abril de 1978. Muchas cosas fue esta maravillosa persona, catedrático, periodista, novelista, político, historiador, con categoría de Grande de España, y ejerciendo como Director del Instituto de España, de la Academia de Bellas Artes y de la Hispanic Society of América, pero sobre todo y ante todo, un verdadero humanista.
Y nos habla con su fino sentido del conocimiento artístico y al mismo tiempo de la historia, como esta expresión había tomado en su momento carta de naturaleza en el hablar del País vecino, en función de aquellos antiguos “cruzados” que acudieron a la Península a luchar contra el mayor enemigo de entonces, el infiel, es decir el Islam, cuando acudían en ayuda de sus hermanos de religión, y al volver referían a las sencillas gentes de sus lugares de origen aquellas maravillas sobre las afiligranadas y fascinantes realidades de los palacios musulmanes, como la Aljafería de Zaragoza, el Alcázar de Sevilla, o la Alhambra nazarí, que para ellos, y entonces, podrían considerarse naturalmente, verdaderas leyendas.
Puede que también pudieran ser recibidas estas ideas allí, de las narraciones de tantos viajeros que volvían del “Camino de Santiago”, y contaban describiéndolas aquellas grandes moles de piedra defensivas que jalonaban nuestra geografía como silenciosos y enormes gigantes graníticos.
Incluso pudiera ser, que algunas de las decepciones históricas como las de Carlomagno o Napoleón, pudieran haber llegados a motivar que esa expresión de – Chateuax en Espagne – se haya podido convertir en el símbolo de algo fantástico, pero a la vez, tan imposible de conseguir.