Aseveración esta con su asonancia correspondiente, que no podemos considerar refrán, ni modismo, y que posiblemente sea, una de esas frases hechas, que se viene repitiendo ancestralmente por los usuarios del idioma, y que de ello pueda considerarse su enjundia y sabiduría.
Puede ser.
Parece que, con su etiqueta de antigüedad, ha de encerrar en su enunciado una auténtica y gran verdad irrenunciable y eterna. Aunque también podemos considerar ahora, que con seguridad sería interesante, añadirle algún pequeño condicionante, que la razonara y completara en su lema.
En realidad, se trata de que el concepto de “bajar del cielo”, sin intervención alguna de negociación humana, y solo motivo de elección simple, y absolutamente desinteresada de los contrayentes al matrimonio, lo consideremos tan positivo y favorable, que nos parezca más conveniente y de mejor pronóstico.
Puede ser.
En la vida real, es seguro que todos conocemos particularidades de los más diversos casos, sus resultados, y también sus desenlaces.
Históricamente ocurre igual, y es curioso, ya que en el estamento de las monarquías los matrimonios, excepto muy contadas ocasiones, se han realizado siempre por conveniencias políticas, y conocemos los más diversos resultados. Desde casos de absoluto enamoramiento, como Fernando VI y Barbara de Braganza, hasta el continuo desacuerdo desde el principio, y final turbulento de Urraca de León la hija de Alfonso VI, y Alfonso el batallador Rey de Aragón.
Como conclusión a la frase que nos ocupa, podríamos con cierta veracidad, qué como en este asunto de los matrimonios, al intervenir tal cantidad de los más diversos componentes, podríamos de manera genérica, incluirle un principio general, también en asonancia:
Al matrimonio siempre en igualdad, a poder ser hasta en la edad.
Y también que, con el mayor respeto a la institución matrimonial, existen matrimonios que se resuelven bien, y otros, sin embargo, que duran toda una vida