Es posible como tal, que el enunciado de esta secuencia de simples palabras conocidas, no pueda considerarse con las características de una expresión idiomática al uso en nuestro idioma.
Conocemos el significado de ellas por separado: Aprobar, Monte y Ovejas, pero puede parecer que no tengan juntas significado compositivo alguno.
Pero no es así, lo tienen, y muy concreto. Posiblemente, su uso no esté tan extendido como otras expresiones mucho más conocidas, y de más uso popular, aunque esta también lo tiene.
Está en ella implícita la advertencia al joven desmandado, negligente y hasta perezoso en los estudios, con dedicarlo si no enmienda su conducta escolar, a oficios más sencillos y de inferior categoría social.
Expresión esta, que posiblemente haya sido empleada en miles y hasta en millones de veces por sus ascendientes directos, a tantos y tantos adolescentes como apercibimiento a su conducta improcedente en cuanto al estudio.
Tenemos en nuestra Historia no demasiado lejana, un ejemplo muy característico en la que la expresión toma su completa dimensión, y la concede sentido, valor y trascendencia.
Se trata posiblemente, de una de las más importantes glorias científicas con las que cuenta nuestra Historia. Nada menos que Don Santiago Ramón y Cajal, nuestro inmortal científico y Premio Nobel.
El propio Don Santiago, y también su hermano Pedro, conocieron la expresión y hasta la sintieron personalmente, en un sentido no figurado, si no práctico, ya que su padre ante el bajo interés por los estudios de los dos muchachos los empleó de manera efectiva en un taller de zapatería, más por supuesto, como apercibimiento, que como verdadera confirmación de su futuro.
Sería bueno, aparte naturalmente de como motivo de la expresión, y su materialidad efectiva, aprovecharlas para ensalzar una vez más, y con justicia la egregia figura de nuestro universal médico y científico, y ponderar también una vez más sus admirables valores humanos.
Así como enaltecer igualmente la figura de su aludido hermano Pedro.