Esta expresión en toda su crudeza se pronunció ya hace muchos años, tantos, como 564.
Fue en Julio de 1545 con motivo de los mayores desordenes, desafueros, y hasta vergüenzas, ocurridas contra la autoridad Real que se han dado a lo largo de nuestra historia.
Se conoce como la – Farsa de Avila – en la que unos nobles y clérigos burlaron, escarnecieron, y ultrajaron a su Rey. Era Enrique IV, aquel pobre necio al que acusaban de ser amigo de los moros, homosexual, y no ser el verdadero padre de la Princesa Juana, la Beltraneja, ¿su hija?
Bien es cierto que casi todas esas incriminaciones eran ciertas, y hasta algunas confesadas propiamente por él, en público.
En un templete a las afueras de las murallas en Avila, se organizó un acto promovido por las más altas dignidades de la aristocracia y el clero del momento. Aparecía un muñeco de madera que figuraba vestido como el Rey y con sus atributos. Estaban presentes como importantes: el Marques de Villena, el Conde de Paredes, el de Plasencia y el de Benavente, así como Alonso Carrillo, el Arzobispo de Toledo.
Ni que decir que primero, como es natural, se celebró una misa, y después se le fueron despojando al muñeco de los atributos reales, hasta que al final se pronunció la referida expresión.
-Al suelo puto –
No tiene la expresión esa característica de algunas otras, de que al hacer fortuna popular se incorporan al lenguaje y perduran en él. Esta no tiene uso alguno en el lenguaje. Cierto, aunque puede recordarse ya que se empleó, y nos ha de recordar, en su simpleza y hasta en su insulto y crueldad, únicamente uno de los muchos hechos vergonzosos ocurridos en todos los tiempos, solo en función de un pecado que ha dominado siempre, y lo sigue haciendo, prácticamente a todos nuestros dirigentes.
La soberbia.