No hay ninguna duda de que el que el idioma es la más importante de las herramientas de comunicación humana. Por supuesto.
Luego hay que pensar que como toda herramienta también ha de tener un desgaste, y algunas veces no ya desgaste sino auténtico deterioro. Este es nuestro caso. Pensemos, por ejemplo en un simple cuchillo, que con el tiempo y el uso, va perdiendo una de sus características, el filo. Normal. Pero supongamos que lo golpeamos contra una piedra, eso no es uso, y en ese caso el desperfecto puede llegar a ser importante.
Nuestro castellano, o también llamado español, es una lengua romance procedente del latín hablado. Naturalmente, pero hablado por las personas que en este caso eran soldados, que nos invadían. Los romanos, en los Siglos del IV antes de Cristo, y hasta al I después de Cristo.
Siempre se nos ha dicho que el verdadero embrión de nuestro idioma eran las célebres “Glosas emilianenses”, conservadas en el Monasterio de Yuso en la Rioja desde el Siglo XI. Ahora sabemos que existen, casi dos siglos antes, en un pequeñísimo pueblo de Burgos llamado Valpuesta, que depende del Ayuntamiento de Berberana, en la Región de las Merindades, unos cartularios del siglo IX, en el que se conservan documentos escritos en un latín tan tardío que puede considerarse como las primeras huellas del castellano. Nos decían que nació en los monasterios, pero es que era en ellos donde únicamente se escribía. Pero venía de la calle, de la gente.
Todos, y a veces sin querer, deterioramos el cuchillo. A quien no se le escapa, por rapidez, descuido o cierta incultura un: -se ha estropeao-.
Bueno, pues existe un Salmo que durante muchos años se rezaba en la misa a diario, que dice: “te mens anhelat, vultus al vultum tuum” habían olvidado ya el latín, naturalmente, y llegaba a sonarles al repetirlo tanto, algo así como: – al buen tun tun”-. Pues es simplemente de aquello de donde viene la expresión.
Naturalmente, no es uso normal, es un verdadero siniestro, pero ocurría.