A posta

Una expresión curiosa, desde luego merece poco comentario, está tan integrada en nuestro lenguaje, que casi podríamos decir que forma parte de él, sin que la podamos considerarla algo añadido. La pronunciamos casi sin sentir, ya que es parte de algunas de nuestras vivencias. A propósito, adrede, con intención, deliberadamente, de intento… son muchas maneras de decir lo mismo.
Y digo curiosa, puesto que siempre pensábamos que se escribía así, separado – A posta -. Pues bien, resulta que no. Que lo correcto es escribirla sin separación: – Aposta. Lo dice la Real Academia y ante eso… aunque también nos dice, para tranquilizarnos que puede escribirse como antes. En una palabra, se ha adverbializado, ¡Jesús! Que palabreja, pero ha de ser así. Al igual que ha pasado con A prisa y Aprisa.
¿Y cuál es su origen?: Pues: La posta. Pero en realidad, ¿Qué es la posta?
Para no complicarlo mucho, es simplemente, una etapa.
Cierto. ¡Qué poco pensamos en los que nos precedieron…! Es natural.
¿Cuánto se tarda ahora con un vehículo normal en llegar a Burgos, desde Madrid, por ejemplo? Entre una hora y media, y dos. Pues hace, no tantos años y desde siglos, llegar a Burgos suponían 43 leguas y 16 postas.
Eran unas edificaciones llamadas así, dispuestas efectivamente en los caminos – a propósito –, y siempre, entre unas dos a cuatro leguas, para cambiar de caballerías, descansar, y todo lo demás, para seguir luego, a disparatadas velocidades de 15/20 Km por hora.
Reglado por primera vez en tiempos de Carlos I de España y Quinto del Sacro Imperio, pero que ya se usaban desde los romanos en sus calzadas.
Más de 19 o 20 siglos en las más distintas formas y circunstancias al desplazarse, y algo tan usado tanto tiempo ¿Cómo no iba a dejar su huella en el lenguaje común…?
Pues naturalmente que la dejó… Aposta

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