Naturalmente, sí, la frase es del Quijote, parecía natural.
Es en el Capítulo 13 de la Segunda Parte, cuando Sancho charla con el escudero del Caballero del Bosque y le dice:
“No hay camino tan llano, que no tenga algún tropezón o barranco; en otras casas cuecen habas, y en la mía a calderadas.
Resulta que como muchas otras, esta frase ha quedado en nuestro idioma ha prendido en él, y la usamos a menudo para comparar algunas de nuestras circunstancias con otros, mejorando lo nuestro o lamentándolo.
Con objeto de darnos cuenta de lo que Sancho llama “calderadas” en este caso en nuestra casa, podríamos poner en comparación unos hechos, puede que significativos, aunque hasta deshonrosos por criminales y ciertamente perversos, con otros de igual categoría fratricida de otro País.
Cierto que se considera mundialmente excesiva la cantidad de hechos homicidas contra Presidentes de los Estados Unidos de América, que terminaron con sus vidas. Cuatro, exactamente desde 1776 año de su Independencia: Abraham Lincol, Garfiel, McKinley y Kennedy.
Parece efectivamente, una cantidad importante por excesiva. Y puede que lo sea, sin embargo, si lo comparamos tomando el criterio de Sancho el problema es que nosotros, detestablemente tenemos más.
Los nuestros son cinco: Prim, Cánovas, Dato, Canalejas y Carrero.
Puede que esta comparación no sea ejemplo absolutamente de nada aunque el hecho está ahí, es inconmovible y carece de discusión.
Lo que si nos lleva a pensar es que el ejercicio de la libertad personal, necesaria para vivir en democracia, es tremendamente difícil, al existir tantos individuos que carecen de la necesaria obligación de respetar la libertad de los demás, y no solo la propia. Es verdad efectivamente , la democracia hay que merecerla.
Dificil, muy difícil, aunque afortunadamente. También muchos, a los que nos llaman ingenuos, y cosas peores, seguimos intentándolo.