Aunque en general, las expresiones llevan en su esencia la universalidad, en algunas de ellas son evidentes ciertos rasgos de localismos. Esta que nos ocupa, tal vez por sus matices, denota cierto regionalismo gallego. Incluso hasta merece su locución en aquel idioma: -Amiguiños sí, pero la vaquiña po lo que vale-.
Hace ver claramente, que son disociables los dos conceptos definidos. La amistad, por un lado. y los intereses materiales por otro.
En nuestra Historia, existen unos territorios muy determinados en su localización, que de siempre y sin indecisiones, han pertenecido a la Corona Española, aun cuando en el momento del reparto, realizado por las dos grandes potencias marítimas del mundo, cuando se lo repartieron en dos mitades, por el conocido Tratado de Tordesillas.
Los territorios en cuestión: Las Islas Canarias.
Los adversarios en el proceso: España y Portugal.
La limitación: Una línea trazada por aquel Tratado de Tordesillas en 1494 sobre el Océano Atlántico de Norte a Sur, llegando hasta el cono inferior de América, que delimitaba, y dividía dos mundos. A la derecha territorios portugueses con las Islas Atlanticas: Azores, Cabo Verde, Madeira y parte oriental del Continente sur americano (Brasil), y que sin embargo no incluía las Canarias. ¿Por qué?
Todavía en aquel tiempo el poder espiritual era superior al temporal, y se arbitraban las discrepancias entre los gobiernos por Bulas Papales, que eran reconocidas como sentencias inapelables.
El que había sido Cardenal de Valencia, Rodrigo Borja, amigo y partidario del Isabel y Fernando, a los que concedió bula, para su matrimonio y adjudicado el título de – Los Católicos –, era ahora el Papa Alejandro VI, y promulga la -Bula Intercaetera – en la que se concede a España las Canarias.
Ahora se puede decir: Aquel desvergonzado granuja, inmoral e indecente, que había llegado al Papado por ser sobrino del anterior, y que con sucias maniobras e indecentes intrigas consiguió encumbrar a sus cinco hijos al célebre -Poder de los Borgia-.
Cierto, muy cierto. Es bueno tener amigos, hasta en el infierno.