Adiós

Posiblemente sea esta expresión, en su simplicidad de las menos estudiadas y sin embargo, una de las más usadas. ¿Cuántas veces la usamos a diario? Pues muchas.
La Real Academia le otorga cinco acepciones. Despedida, Saludo sin detenerse. Decepción. Saludo al que llega a una reunión. Final y despedida o término de una conversación.
Aunque realmente, ¿Qué es desde el punto de vista de nuestro idioma? Pues simplemente, una interjección. ¿Y eso qué es? Un accesorio del idioma que nos permite manifestar de manera simple y con una sola palabra, un sentimiento, en este caso maravilloso.
Son la unión de la partícula – a – y el sustantivo Dios. Se emplea ancestralmente en castellano como contracción del antiguo -Con Dios- como despedida o saludo, Y a su vez también, de aquellas más antiguas de: – Te encomiendo a Dios – o aquella de: – Encomiendo tu alma a Dios –.
En el Imperio Bizantino, es decir la parte del Imperio Romano que pervivió hasta pasada la Edad Media, a los capturados de pueblos ajenos les llamaban – sklavinos – y eran con frecuencia dedicados a la servidumbre. Por su influencia sobre todo en las regiones orientales de la Península Itálica, es decir Venecia la palabra se adoptó preferentemente allí.
Ahora, y es triste, algunas personas en castellano han adoptado importándolo de Italia una formula de despedida – Ciao – que es la contracción del – schiavo vostro – que significa: Soy vuestro esclavo. Que por supuesto es una fórmula que significa “sumisión”.
Y, si empleo el adjetivo – triste – es solamente, por lo que pueda significar de pérdida de satisfacción, regocijo, y hasta complacencia para los que no emplean nuestro sonoro, fascinante y generoso – Adios –
Es una pena lo que se pierden.

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