Mala cosa es la mujer celosa

Lo extraño de esta expresión es el hecho de que esté referida, según parece, al sexo femenino. Tal vez sea solo, por el hecho de que la palabra que termina la frase es: –cosa-, y por hacerlo asonante, se emplea el femenino. De no ser así, no se entiende como los siglos la hayan conservado con esa infinita sabiduría, que parece que les concedemos.
En realidad los celos, los define el Diccionario y no dejan de ser, esa simple sospecha o inquietud ante la posibilidad de que la persona amada (sea cual sea su sexo) nos reste su atención en favor de otra distinta.
Desde un punto de vista psicológico, se explican como una serie de rasgos que acompañan frecuentemente a verdaderos disturbios emocionales, que en casos extremos, pueden llegar a provocar verdaderas patologías, incluso en personas con altos niveles de responsabilidad social, a ser culpables de situaciones y hechos trascendentes hasta en la Historia.
En la nuestra, posiblemente el caso más característico lo tengamos en la existencia de una de nuestras Reinas conocidas, precisamente por esa característica de su personalidad, los celos. Que también cuando asientan en portadores como ella de rasgos psicopáticos, condicionan situaciones personales de autodestrucción, y políticas muy lamentables. Aunque, en este caso suyo, parece ser que de su marido, aquel conocido “hermoso” pero -sinvergüenza-, los celos, eran auténticas evidencias.
Son evidentes los antecedentes esquizoides de su abuela, la llamada Loca de Arévalo, segunda esposa de Juan II, así mismo documentalmente los violentos desencuentros con su madre, y que la propia Reina Católica lo expresa en su testamento, sobre su frágil estado mental. Hasta es posible que su fragilidad emocional se agravara con los sucesivos partos, cinco en siete años, y por el esfuerzo de adaptación a una corte, en este caso la flamenca, de más livianas y frívolas costumbres que la castellana.
El hecho es que su vida fue una casi completa desventura, encarcelada en este caso por sus tres hombres más cercanos. Padre, esposo e hijo, aunque por distintos intereses, algunos posiblemente, no demasiado misericordiosos.

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