Hacerse el sueco

De entre las muy variadas formas que tiene el comportamiento de los humanos para tratar de no afrontar una situación que requiera su atención, o incluso el ejercicio de alguna responsabilidad por su parte, está el hecho de intentar pasar desapercibido. Esta actitud humana se suele ejercer de dos maneras: una de ellas es intentar efectivamente, tratar de – pasar desapercibido -, mimetizándose con el ambiente, hasta conseguir de alguna manera que pueda parecer no ser visto por los demás.
Hay sin embargo, otra manera que es precisamente, a la que nos referimos, – Hacerse el sueco – que aunque pueda parecernos desde fuera imitar a los nativos de ese País Nórdico, no es así, ni mucho menos.
En este caso el que pretende resistirse a una situación comprometida haciéndose el desentendido, lo que realiza es un ejercicio de evasión consistente en parecer estar en otro lugar, disposición o circunstancia.
En la antigua Roma, los actores de teatro burlesco y festivo empleaban en los pies unos especiales y muy característicos, a modo de zapatos, a los que se llamaban – soccus – de esa palabra se derivan los zuecos o madreñas que ahora conocemos. Es decir que esta actitud que podríamos definir como de hacerse el sordo, o el indiferente, esta siempre referida al alejamiento de la realidad.
A este respecto y es curiosa la cita, contemos que en una obra de Don Gabriel María Vergara Martín, Catedrático de Historia del Instituto de Guadalajara, en los años veinte, y autor de multitud de obras literarias entre la que se encuentra un Diccionario Geográfico-popular, dice con respecto a esta expresión:
Dos súbditos pierde España
Cuando se presta dinero
El que lo da, se hace inglés
Y el que de lo debe, se hace el sueco.

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