No es que esta expresión sea de mucho uso, gracias a Dios. Pero ha “sonado” mucho curiosamente después de que una ministra socialista la pronunciara.
Ni ella ahora seguramente, si se lo preguntáramos, estaría orgullosa de haberla enunciado, y es posible que cuando lo hiciera, no pretendiera darle el sentido que posteriormente ha tenido.
Apliquemos siempre el concepto de la presunción de inocencia.
Aunque en España, ¡seamos serios! es francamente difícil emplearlo por ser tal, y tan seguido el hecho de que nuestros políticos hagan verdaderos alardes, tan pronto pueden, de apropiarse de esos dineros públicos en beneficio propio. Puede ser posible, que efectivamente, al considerar esos dineros – de nadie – y piensen que no sea falta, ni pecado apropiarse de ellos, y fuera bueno recordarles que no son de nadie, porque son de todos.
Existe un caso en nuestra Historia muy característico. Se trata del asunto de la compra realizada a Rusia, de los llamados – Barcos negros – en tiempos de gobierno de nuestro nunca bien infamado Fernando VII.
En 1805, los ingleses en Trafalgar, nos hicieron perder gran parte de nuestra flota. Después desde el 1808 al 14, la guerra de la Independencia asoló el País, con aterradoras consecuencias, una de ellas el importante distanciamiento moral, político y administrativo de los territorios sudamericanos de la Metrópoli.
Nuestra Armada casi era inexistente, y el propio Monarca y su camarilla de incondicionales, sin aconsejarse técnicamente compraron los barcos.
Dimitry Pavlovich, embajador ruso convenció al Rey de la compra. Llegaron los barcos y eran una verdadera ruina. Estaban podridos…
Peor que “mala persona”, mucho peor, Fernando VII además de ser un inepto, es que era un idiota, que es más triste.