El que se fue de Sevilla perdió su silla

Es una curiosa expresión que pone de manifiesto la posibilidad que siempre existe de que al abandonar, aunque sea momentáneamente, un puesto, destino o incluso una dignidad, nos pueda ser arrebatada.
Tiene un origen histórico perfectamente definido: El que se fue de Sevilla perdió su silla se dice, recordando unos hechos ocurridos en el Siglo XV y que muy esquemáticamente exponemos, por el hecho de que al abandonar algo, pueda ocurrir la posibilidad de perderlo. Solo eso.
Reinaba en Castilla Enrique IV “el impotente”, aquel a quien sucedió su hermanastra, la más prudente, discreta y maravillosa Reina que hemos tenido, Isabel de Castilla. Y bien es verdad que con el tal Enrique las cosas no marchaban del todo bien, aunque ciertamente puede ser que en estos acontecimientos a los que nos referimos no fueran determinantes sus desafortunadas políticas.
Conozcamos a sus protagonistas; Alonso de Fonseca y Acevedo nacido en Salamanca en 1442. Nombrado Arzobispo de Santiago, que intervino en las revueltas en Castilla y Galicia en la revuelta de los Irmandiños, por lo que se le condenó al destierro, que cumplió en el castillo de Vimianzo. El hecho de intentar sobornar con joyas de la Catedral a los jueces para aminorar la pena, le llevó nuevamente a otro destierro.
Siempre han existido “chanchullos”, y con objeto de no cumplir la nueva pena intercambió su dignidad en Santiago, con un hermano de su padre, Alonso de Fonseca y Ulloa, natural de Coca (Segovia), que administraba en ese momento el arzobispado de Sevilla. Cuando a los cinco años quiso el tío reintegrarse a su propia diócesis de la ciudad andaluza, nuestro prelado Alonso de Fonseca y Acevedo se negó, aduciendo que el cambio había sido permanente.
Intervino, el Papa y hasta el Rey. Consiguieron, reintegrárlo a Santiago. Y como no será de cierto lo de los “chanchullos”, que hasta él mismo quiso entronizar a su propio hijo en el Arzobispado, y para que se notara menos se nombró a Pedro Luis de Borja mientras tanto.
¡Que cosas! Como para quejarse ahora de la honestidad del clero.

Comparte:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *