¡Qué expresión más curiosa! Se pronunció mucho durante algún tiempo de nuestra Historia. Veamos cuando, de quien, y por quien se decía.
María Cristina de Borbón dos Sicílias, era aquella encantadora joven, esbelta, elegante, grácil y generosa que llegaba a España en Diciembre de 1829 para ser Reina, y que se presentaba en la Corte con aquel precioso vestido de color azul celeste, que desde entonces es conocido aquí siempre, como “azul cristino”.
Venía a contraer matrimonio con su tío, el Rey Fernando VII, sí, “el felón”.
Nacieron dos hijas del matrimonio, la mayor Isabel, fue Reina de España y ella, la madre comenzó su declinar personal, cuando a los tres meses de la muerte del marido, se casa nuevamente, pero esta vez en secreto, con un sargento de su guardia. No, naturalmente no por casarse, que era más o menos lógico y normal, ya que era viuda y podía hacerlo, sino porque sabiendo que con ello, perdía por Ley la categoría de Regente del Reino, y que de manera desvergonzada, siguió ejerciéndolo como tal.
Ese era solo el principio, efectivamente, casada en privado, pero algo que no se podía ocultar, embarazada en público. Ocho hijos. La verdad es que habiendo estado casada durante cuatro años con aquel individuo soez, vulgar, irrespetuoso y obsceno, se entiende. Pero es que además, fue dos veces expulsada de España, una de ellas, hasta reinando su hija.
Verdaderamente una vergüenza. ¿Lo de los embarazos? No, eso es lo de menos, lo grave fue, un inaudito, descarado y cínico apetito de enriquecimiento, que junto con su marido, el sargento, hizo que acapararan todos los negocios lícitos, los no tanto y hasta los más aborrecibles y repugnantes del País.
El gran Mariano Benlliure realizó para un precioso e inmerecido monumento, que tiene ahora delante del Casón del Buen Retiro una efigie suya, posiblemente pensando en aquella atractiva joven que llegó a Madrid. Nosotros ahora, nos quedamos solo con el recuerdo de la expresión, ya que no merece ninguna mención más aquel despreciable personaje.