Dícese de la persona que en ese momento ostenta la autoridad. En una palabra, el que manda.
La pena de galeras en lugar de la de cárcel, era muy común, en la antigüedad, no solo aquí en España, y se aplicaba en general, a las reincidencias de algunos delitos. Se trataba de remar en las galeras del Rey, y era castigo considerado como de los más crueles. En sentido coloquial lo llamaban “escribir en el mar”.
Se les denominaba a los penados galeotes, y sus condiciones de vida eran horribles y el trato rayaba en lo inhumano. El hacinamiento era tal que se decía que las galeras se podían oler antes que verlas. El trabajo era muy duro, y sobre todo la comida especialmente escasa y deficiente, fundamentada principalmente en cocidos de fécula, pan del denominado “de barco” o “marinero”, o también galleta náutica, que se realiza con harinas de distintos cereales trigo, maíz, cebada o centeno, muy horneado para que resultaran especialmente secas, y por supuesto, varios tipos de salazones, sardinas, de las que todavía pueden verse en barriles, y sobre todo bacalao seco.
Los penados, siempre encadenados a su asiento, recibían una sola comida al día y siempre que lo permitieran las condiciones de la mar y la ausencia de situaciones de guerra repartida por los alguaciles, que portaban rebenques, es decir látigos pequeños colgados de la muñeca.
Ahora bien, el que repartía los salazones era el Comitre o Jefe de galeotes, y lo hacía en general, cortando tiras de bacalao ante cada uno de ellos.
En una palabra era, el cortaba el bacalao… es decir el que mandaba.
De ello el dicho.