Expresión que usamos cuando pretendemos iniciar la realización de algún acto importante y que su consecución pueda conllevar un cierto riesgo.
Podría parecer una frase de origen taurino, y hasta es posible que en su principio lo fuera, ya que ese pudo ser ese su origen, pero a nuestro pronunciar actual llega por otro muy distinto motivo.
Un muy ilustre militar español del Arma de Aviación, fue Don Joaquín García Morato, nacido en Melilla en 1904. Destacó por su arrojo y valentía en nuestra contienda civil de los años 1936 al 39, y fue distinguido por ello con la máxima condecoración que concede el Ejército Español, la Gran Cruz Laureada de San Fernando.
Mandaba una escuadrilla de tres aparatos de caza, los llamados C. R. 32 de la marca Fiat, que eran conocidos como la Patrulla Azul, la componían como pilotos Narciso Bermúdez de Castro, Julio Salvador Díaz-Benjumea y él mismo, y portaban en la cola de sus aviones una enseña compuesta por tres pájaros en línea, un halcón, una avutarda y un mirlo.
Ante la insistencia en muy repetidas ocasiones de un joven aspirante a pertenecer a la escuadrilla y la imposibilidad, ya que no existían aviones, el propio García Morato le pidió, un poco por distraerlo del tema, que buscara una divisa para unirlo a la insignia, y fue esa:
Suerte, vista y al toro.
Quedo incluido el aspirante, y fue ese el símbolo y la divisa de los aparatos durante toda la contienda. Fallecido García Morato, en el Aeródromo de Griñón en accidente de aviación a los 35 años, en Abril de 1939, y al terminar la guerra, asumió ese lema y sigue siendo su insignia actualmente, una Unidad Militar del Ejército del Aire muy conocida, la célebre – Ala 11 – con base en Morón de la Frontera.
De aquella circunstancia nos viene la expresión, y por supuesto por ello es conocida.