Estos son mis poderes.

Puede decirse cuando se dan a conocer nuestras propias armas, para tratar con ello de de intimidar al que nos realiza cualquier amenaza.
Eran los comienzos del XVI, allá por 1.500 y pico, había muerto el Rey Católico, Fernando, y se encargó por decisión testamentaria de la Regencia del Reino, el Cardenal Cisneros. Conocido en la Historia de España como primera y última autoridad, que ha combatido la corrupción de manera contundente.
Estaba entonces el Cardenal, cercano a los 80 años, pero conservaba toda su fuerza moral, mantenía su físico, y sobre todo, seguía atesorando aquella magnífica disposición hacia sus semejantes por la cual hemos de venerar por siglos su figura.
Cuando le preguntó el Duque del Infantado, en nombre de toda una detestable, intrigante, egoísta y entonces hasta cruel y desalmada aristocracia, cuáles eran sus poderes para ejercer el mando, abriendo un balcón desde el que se podía ver un ejército formado en línea de ataque.
Les contestó: – Estos, estos son mis poderes…
La escena está representada en una pintura de 1864 cuyo autor es Victor Manzano, propiedad del Museo de Prado que se encuentra ahora el Ayuntamiento de Alcalá de Henares.
Además creó, y esto es más importante unas unidades llamadas – Gentes de Ordenanza – compuestas de hombres probadamente honestos y dispuestos a defender a sus hijos mujeres y haciendas.
El mando de aquella tropa se le encomendó a un tal Gil Rengifo y sería años después, aquella unidad, la base de los ejércitos estables que nos dio fama en el mundo entero, y germen de uno de los cuerpos de seguridad más honorable como es nuestra Guardia Civil.
Se conoció la frase, y aunque desagradó a algunos, entusiasmo a muchos y repitiéndola llegó a tomar sustancialidad durante muchos años.
De ella el dicho.

Comparte:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *